Pero voy a hablar de fútbol.
El vocero, ese espécimen de barra de bar que sabe más que el árbitro, el seleccionador, el entrenador y toda la obligada y resignada audiencia del local. ¿Sabéis de qué hablo? Bien.
Oiga, señor, ¿Cuál es su currículum? ¿Su experiencia? ¿Su bagaje profesional?
Es que yo soy socio del equipo desde mi juventud
¡Ah, bueno! Entonces lo propongo como entrenador
¿Locura?, pues en política funciona así. No hay más que ver los currículum de algunos.
Cuando más necesitamos animar al equipo, aquí están los voceros. No soporto a los del bar pero puedo evitarlos, a los otros me los tengo que tragar por ser ciudadana responsable y no vivir de espaldas a la actualidad.
Líderes políticos, que así se consideran, cuya finalidad es sacudir al gobierno. Apesta.
Si pudiese pedir tres deseos al genio, uno sería que la gente leyera historia para entender las consecuencias que provocan los voceros.
Nada nuevo bajo el sol.