Con el arte me ocurre como con las personas. La primera impresión que percibo, intuitiva y sin datos más allá de los que mi percepción sensorial dé como buenos, acabo arrinconándola a medida que voy conociendo la obra o al individuo. En esta segunda etapa de conocimiento todo se justifica por la trayectoria, por el contexto histórico o social, las presiones externas e internas, las circunstancias que arrastran a una evolución determinada; vamos, que too er mundo e güeno. De manera que una obra de calidad suficientemente contrastada por los criterios comunes en arte, acaba gustándome indefectiblemente.
Pero, héteme aquí que hay una tercera etapa en la que, profundizando más, llegas a la conclusión de que la primera impresión era la buena.
En el arte y en las relaciones personales hay que dejarse llevar por la intuición.
Bueno pues Mark Rothko te gusta a primera vista o no te gusta nunca. Esta obra es del año en que yo nací, ahí lo dejo.
Bueno pues Mark Rothko te gusta a primera vista o no te gusta nunca. Esta obra es del año en que yo nací, ahí lo dejo.
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